Exteriores
EL EDIFICIO
La Casa do Cuadrante ocupa una parcela de 1.560 metros cuadrados, cerrados por un muro de piedra y rodeada por un jardín, paradigma de los jardines gallegos de mediados del siglo XIX. El jardín apenas ha sido modificado y las ventanas parecen guardar todavía la memoria de aquel niño que soñaba historias o que miraba hacia fuera queriendo evadirse de las lecciones de latín que tanto aburrían. En los alrededores de la casa, todavía se conservan construcciones auxiliares, bancos, emparrados y escalerillas de piedra, que permiten asomarse por los muros exteriores.
El edificio tiene forma de L y consta de dos alturas. La planta baja, con una superficie de 234 metros cuadrados, estuvo ocupada por cuadras, almacenes y bodega. De este modo, se trasladaba el calor de los animales a la planta principal, de 259 metros cuadrados, donde se encontraba la propia vivienda, a la que se accedía desde el exterior a través de dos patines, uno en la fachada principal y otro en la huerta. La edificación tiene dos crujías, en la menor se encontraba la cocina y en la mayor, las habitaciones.
La puerta de entrada a la Casa-Museo Valle-Inclán está blasonada con el escudo de los Peña y en las cuatro cuartelas también se pueden ver los blasones de los Valle y los Patiño. Unos signos claros del origen noble del edificio, pero que se combinan con otros elementos de carácter más popular, que se pueden apreciar en la construcción.
EL JARDÍN
“Del fondo oscuro del jardín, donde los grillos daban serenata, llegaban murmullos y aromas. El vientecillo gentil que los traía estremecía los arbustos, sin despertar los pájaros que dormían en ellos. A veces, el follaje se abría susurrando y penetraba el blanco rayo de la luna, que se quebraba en algún asiento de piedra, oculto hasta entonces en sombras clandestinas”.
Así evocaba Valle-Inclán en uno de los cuentos de su obra Jardín Umbío la majestuosidad del jardín que rodeaba la casa de sus abuelos, la Casa del Cuadrante. Todavía se conservan hoy varios elementos de la época, como los bancos de piedra y, especialmente, árboles de gran porte y singularidad.
Entre ellos, destacan una colección de antiguas camelias (Camellia japonica y Camellia sasanqua), que recordaban a Valle-Inclán las manos de su madre. Así se puede comprobar en la ficción literaria de Mi hermana Antonia, de Jardín Umbrío:
“Mi madre era muy bella, blanca y rubia, siempre vestida de seda, con guante negro en una mano, por la falta de dos dedos, y la otra, que era como una camelia, toda cubierta de sortijas. Esta fue siempre la que besamos nosotros y la mano con que ella nos acariciaba”
Sin embargo, el ejemplar por excelencia de este jardín, y que ha presenciado los cambios y la evolución de aquel pequeño Valle inquieto hacia el escritor universal de la edad adulta, es el gigantesco y antiquísimo magnolio (Magnolia grandiflora). Es tal su importancia, que forma parte del propio escudo del Ayuntamiento de Vilanova de Arousa, junto con la Torre de Cálogo.
En el jardín también se pueden encontrar otros árboles como un tejo (Taxus baccata), o una Lagerstroemia indica, de procedencia australiana y de porte considerable, quizás de las más grandes de Galicia. En otra parte del terreno que rodea la casa se encuentra un castaño (Castanea sativa) también de grandes dimensiones.
El jardín de la Casa-Museo Valle-Inclán se utiliza en numerosas ocasiones para el desarrollo de diferente tipo de actividades y actos. Precisamente, en este lugar actualmente se celebra la entrega de Insignias de Oro y Brillantes de la Fiesta del Mejillón y el Berberecho de Vilanova de Arousa.
LOS PATINES
El acceso a la primera planta de la Casa do Cuadrante se podía realizar a través de uno de los dos patines localizados tanto en la fachada principal como en el contrafuerte. El primero cuenta con un pequeño patín (o patio de paso), complementado por un banco y una balaustrada de cantería.
Más destacado es el patín del contrafuerte, con una solera o solaina. Tapado por una prolongación del tejado y cerrado por balaústres sencillos de madera, se tornaba un espacio de lo más funcional en la vivienda. Precisamente Valle-Inclán menciona en Jardín Umbrío el patín como parte de sus recuerdos de niñez:
“Mi abuela acababa de asomar en el patín, arrastrando su pierna gotosa y apoyada en el brazo de Micaela la Galana”
Este amplio patín servía tanto para secar la ropa como las espigas y las habas, además de para resguardarse del calor en verano y permitir disfrutar del sol durante el invierno. También era punto de encuentro para una amena charla.